Carmen Lomana

Por si todo esto fuera poco y para demostrar que lo que tiene de rica lo tiene de culta, Lomana se atreve incluso hasta con la belleza y estética.

Porque a pesar de no ser una chica de gimnasio, que ponerse unas mallas y sudar por hacer ejercicio como el común de los mortales es demasiado barriobajero para ella, Lomana sabe mucho de cómo cuidarse y cómo mantener un culo y unas piernas en plena forma.

Y si lo que se busca es ser una mujer ideal como ella (o un hombre que también podría aplicarse) tan ideal como ella, Lomana también tiene la solución. No salir nunca sin maquillaje, inspirarse en los personajes más elegantes, combinar lujo y economía y utilzar siempre la seducción son algunos de sus consejos más infalibles.

Por muy pija, frívola y superficial que pueda ser, el fenómeno Lomana gusta. Y mucho.

Maestra del glamour, diva de las divas e icono gay del momento, Lomana asegura tener muy buena relación con los travestis de su barrio. E incluso -según ella- hasta les ha prestado zapatos cuando los han necesitado.

Tal es el fenónemo Lomana que su nombre abunda en la red y son cientos los internautas que se descargan información sobre ella cada día.

Es tan, tan popular que por eso acaban de concederla el premio de unos de los platos más populares y typical spanish, la alubiera de honor.

Aunque a veces la sinceridad la pierde, Carmen Lomana es de ésas que ‘antes muerta que callada’.

Admiradora confesa de Sonsoles, la mujer de Zapatero, Lomana no se corta un pelo en soltar algunas ‘lindezas’ sobre algunos personajes tan famosos como ella. Así a Letizia Ortiz la califica como una avestruz y a Nadal de un encanto incluso con su pelo engominado tipo gitano. Sin olvidarse del ‘guáperrimo’ Iker Casillas del que dice que es un poligonero pero en el sentido más pijo de la palabra.

Gracias a frases como ‘para los ricos las crisis es más dura porque los pobres ya están acostumbrados’ la balanza de admiradores (lomanistas) y detractores (antilomanistas) de Lomana ha estado siempre muy equilibrada. Son tantos los que las aman como los que la odian.

Pero es tal el juego que da el fenómeno Lomana que hasta su pijerío ya tiene canción (parodiada, claro).

De lo diva que era antes y lo televisiva que es ahora, Carmen Lomana se ha convertido en un fuerte icono gay en los últimos tiempos.

Víctima del esnobismo de lujo y del estilismo kistch y con un estilo tan caro como particular, cada vez son más lo que hacen de Lomana su máximo exponente de vida, hasta el punto de trasladar el lomanismo a la calle y al día a día.

Comenzamos a conocerla más en profundidad tras subirse al escenario en ‘Más que baile’. Con él, Lomana dejaba de lado su ajetreada vida de peluquerías, esteticistas y muchas compras por la milla de oro para sudar la gota gorda hasta convertirse en toda una profesional de la pista de baile.

Gran amiga y enemiga luego de ‘la princesa del pueblo’ (Belén Esteban), Lomana, con su pijerío y su extravagancia cara, conseguía poco a poco hacerse un hueco en la televisión y demostrar que ser rica y pija también puede ser algo muy interesante y productivo.

Terminada su faceta de bailarina millonaria, y tras la popularidad alcanzada entre tango y chachachá, Lomana iniaba otro periplo televisivo, este vez por la dura senda de conducir a varios adolescentes en el mundo de la educación y los modales de lujo.

Elegante como ninguna, rica como pocas y pija hasta la saciedad, Carmen Lomana se convertía en La joya de la corona de Telecinco con una difícil misión: hacer al pobre rico (en modales).

Y aunque lo de inculcar su particular educación se hacía más difícil de lo que imaginaba, con unos jóvenes demasiado callejeros y muy incultos, Lomana lograba finalmente pulir a sus joyas. Y hacer que ellas y su programa se convirtieran en el éxito de la temporada.

Hasta haces unos meses ella era la típica pija adinerada que se dedicaba a ir de sarao en sarao para lucir sus trapitos de firma y envolsarse una pasta por lucir su cara bonita (y operada) de un lado para otro.

Pero tras el éxito de su programa, ‘Las joyas de la corona’, ése en el que se dedicaba a enseñar las normas de educación más pijas y los modales más refinados a unos chavales asilvestrados, Carmen Lomana se ha convertido en toda una eminencia televisiva.

Pija, rubia, adinerada y sincera como pocas, Lomana es ya todo un fenómeno con tantos como fans como detractores que ha conseguido hacer del glamour y el pijerío casi toda una corriente estética.

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