Lo más gay del Príncipe Guillermo

Y como no todo en la vida es formalidad, Guillermo también se las ha pegado buenas y muy buenas. Y aunque ahora huya de su fama de fiestero, la juerga y el alcohol le gustan como al que más. Y las fotos lo corroboran.

Hace unos años, durante su todavía etapa estudiantil, Guillermo era de los que lo daba todo con unas cuantas copitas de más.

Olvidándose de su posición real, Guillermo se daba al baile, al striptease y a las plumas, sacando a disfrutar a ese boy que siempre ha llevado escondido dentro.

No hay una sin dos. Pero ésta no ha sido la única vez que Guillermo se ha dejado de protocolos y ‘tonterías’ reales y ha dado rienda suelta a sus instintos más juerguistas. A sus momentos más stripper se suman esos en los que ha aparecido más cariñoso de la cuenta junto a alguna que otra brasileña atractiva.

Porque seas príncipe o no, quién no ha estado alguna noche un poco más contento y más cariñosón de lo habitual. Para que luego digan que la noche y el alcohol no sacan lo mejor de uno mismo. Incluso de un príncipe.

Ha sido y es uno de los príncipes más guapos e interesantes del panorama real. Aunque también uno de los más sosaínas, no lo podemos negar.

Pese a todo, ya sólo faltan unas horas para que el príncipe más deseado cambie su exitosa soltería por su nueva etapa de casado y aburrido (más aún si cabe).

Por eso, antes de que se atreva a dar el ‘sí’ definitivo que lo ate de por vida -o eso es lo que se desea- a una única mujer, Kate Middleton, hacemos un repaso por su vida y sus momentos más gayer durante su etapa de soltero empedernido.

Desde que era pequeño, Guillermo siempre ha sido el hijo bueno, modélico y ejemplar de la familia. Ese hijo que toda madre quiere tener: guapo, inteligente, que no da ni un problema y que es casi, casi como un santo.

Sin embargo, la muerte de su madre Ladi Di, hace ya casi catorce años, fue uno de los acontecimientos que más marcó su vida y que le obligó a madurar y crecer más rápido de lo que habría pensado. Algo que lo convertiría en un chico todavía más introvertido que antes y muy centrado en sus estudios y en su carrera deportiva y militar.

Aunque a Guillermo siempre le ha gustado pasar desapercibido, su presencia pública siempre ha provocado un huracán de pasiones.

Su cara de niño bueno, de no haber roto nunca un plato de la vajilla de su abuela, sus mofletes a menudo sonrosados y su cabello rubio-pelirrojo han hecho de él uno de los príncipes más deseados y que corona las listas de los miembros de la realeza que más fantasías suscita.

Porque ahí donde se le ve, esa imagen de paradito y sumiso, puede dar mucho juego en las mentes más pecaminosas.

Pero no todo es vergüenza y timidez. A pesar de que han sido pocas las veces que Guillermo ha sacado a paseo ese cuerpazo que esconde entre tanto traje y formalidad, cuando lo ha hecho, a muchos se les ha caído la baba.

Aunque un poco lechoso, dicho sea de paso, tanta natación y waterpolo han dado como resultado un Sir William muy buenorro, con un cuerpo de altura, fibrado, musculado y con todo muy bien en su sitio. Y a juzgar por su perfil, con muy buenas dotaciones también.

Esa prudencia inglesa que le precede también la he provocado algún que otro descuido campestre.

En plena campiña inglesa, sólo a él podía ocurrírsele echar una meadita en un seto sin mirar a su alrededor. Como si los árboles no tuvieran ojos. O cámaras.

Gracias a su desliz -inocente de él- todos pudieron ver y disfrutar de los atributos reales que se gasta este pelirrojo y sobre todo, la suave y cuidadosa manera de sujetársela en el momento de la micción.

Está claro que para él, mear es un arte.

Y siguiendo con el tema de los atributos… si algo ha quedado claro es que la familiar real inglesa se las gasta grandes.

Mientras que de pequeño Guillermo apuntaba maneras, ya de mayor con sólo enseñar la puntita ha ratificado esas buenas proporciones.

Y algo similar ocurre con su hermano pequeño Harry, que no se queda atrás. Hasta con gallumbo y pantalón le es imposible ocultar tanto centímetro y grosor.