Miedo a los aviones

Mi miedo a los aviones va más allá del vehículo, es un terror a volar, a las alturas, a tomar vuelos donde, en mi mente, me imposibilite poder respirar, correr, salir. Pienso en todos esos improbables.

Miedo a los aviones

A tu lado ninguno de esos miedos existen. Sentirte a mi lado tiene eso. ¿Cuál miedo? Mi amor en todos los sentidos a mi lado.

El primer vuelo de Los Angeles a Ciudad de México para vernos. Soñé decenas de veces con tomar ese avión para que después de más de 3000 kilómetros pudiera llegar a el primer destino. Cuatro horas insignificantes en el sentido de cuál miedo, cuál temor.

Leí, retomé la lectura de ‘8 rules of love’ de Jay Shetty que tanto te he compartido. Dice, «Ser piadoso con quien amas como lo serías contigo mismo». En la plenitud de mis emociones y junto a ti, además de la dicha, encontré cómo ser piadoso y compasivo me llevaría a un mejor sitio en mi misma alma.

Ciudad de México

Ciudad de México la primera parada, en realidad breve. Vi a Joachin, comí con él porque le debía ese almuerzo por su cumple, “mi viejo” como cariñosamente le digo, recién celebró sus 55, es un roble. Mi cómplice y mi amigo en todo el sentido de la palabra.

—No dejes de avisarle a tu madre y a tu abuela que llegaste bien, ¿ok? Dale besos a tu amor por mí y por todos nosotros. Cuídense, mi niño. No corras que hace mucho que no manejas. Dios te guía. Joachin siempre amoroso.

—Así lo haré, mi viejo. Te amo, gracias por venir hasta acá, regresa con cuidado. Dile a mi nena que la amo, la veré pronto. Dame la bendición.

—Dios los cuida. Pórtate como el caballero que eres, no hagas preguntas incómodas ni reniegues mucho. Sé amable y cortez. No necees, por favor. Me dijo mi viejo.

—Sí, mi viejo hermoso. Te beso. Y besé a quien es mi figura más cercana a un padre. O más que eso.

Ambos reímos y nos despedimos.

Muestras de amor

Antes de tomar camino un mensaje a Mushi:

—Amor, ya voy en mi camioneta. ¿Necesitas algo?, ¿estás bien?

—Sólo te necesito a ti. Te amo, guapo. Dios te bendice. Dice mi mamá que no corras, no debes hacer menos de 4 horas, ¿ok?

—Está bien, mi amor. No correré, pero ya quiero verte, comerte a besos. Llámame si necesitan algo tu madre o tú porque ya no veré el móvil. Mi novia y su mamá se han convertido en mi familia y las quiero y querré siempre bien, tranquilas.

Cerré el móvil. Recé, me encomendé a Dios que me diera un buen camino, pero sobre todo, que conocernos, vernos, amarnos sea solo para hacernos bien.

No hay muestra de amor más grande, desde mi percepción, que desear paz y dicha a las personas que amo.

Llegué

Qué calor. Bajé a comprar agua fresca y vaya humedad.

Pregunté a un acalorado policía.

—¿La calle de Calandrias es derecho, jefe? Jaja, amo decirles jefe se sienten tan jefazos.

—Sí, y en el primer Oxxo que veas vuelta a la derecha.

—Gracias, boss.

Nuestra playlist que ya tiene más de 100 canciones me acompañó todo el camino. Imaginaba cada canción y el porqué las habíamos elegido y agregado. Amar es el acto más sutil de encontrar la felicidad. La música una de esas versiones del NOSOTROS.

Los nervios a flor de piel. Bajé rápido en una gasolinera y tuve oportunidad de hacer pipí, obvio, pero además me quería peinar un poco, lavarme la cara y los dientes, oler rico para ti.

Antes un mensaje a mi cielo:

—Dice maps que estoy a 5 minutos, amor.

—Cuento los minutos, bonito. Te espero afuera. Me dijo como siempre con amor mi amor.

—Te amo. El último mensaje antes de vernos. No podrían ser otras letras.

Mi amor

Y ahí estaba mi amor. Reconocí su silueta a 200 metros. HERMOSA, su sonrisa inmensa, el brillo que tiene ahora su vida es perceptible a cientos de kilómetros. Su gorra rosa de LA y su camiseta blanca, preciosa. Su naturalidad es algo de lo que MÁS me gusta de ella. No necesita más, su personalidad es avasalladora.

Ella también me vio. Más amplía su sonrisa. Movía sus manos en señal de alegría.

Por fin juntos estas almas tan amadas por Dios. Tan sensibles e inquietas a las vez. Sus ojos en mis ojos.

Bajé de la camioneta con el inmenso ramo de flores que previamente había pedido con la señora que insiste en que todo es mejor por WhatsApp, jaja.

Sonreí con el amor más puro que jamás sentí. Mi niña y su capacidad de amarme de mil formas, la primera en hablar.

Nos abrazamos

Hola, Álvaro. Jajaja. Me reí porque siempre la imagino muy seria cuando me lo dice, y sí. Seria pero HERMOSA.

—Hola, amor. Respondí. ¿Te puedo abrazar?

Ella ya me estaba abrazando. Ella arriba de escalón. Mi niña que hace todo posible. Ella, mi amor que ha sanado mi alma, mi ser y mis miedos con su amor tan puro e inconmensurable.

El abrazo más largo. Mis lágrimas. Pensé, «¿Cómo va a ser así de bonita, de tierna, de espectacular?». Nos soltamos.

—Hueles muy rico. Gracias por venir, marinero. Ven, pasa, mi mamá te quiere conocer. Me tomó de la mano con completa ternura y seguridad, nuestras manos se reconocieron de inmediato.

Yo hecho un manojo de nervios. Tratando de recordar lo que me dijo mi amiga María, «Tranquilo, no pasa nada, eres un caballero. Estrecha su mano y responde todo con cortesía. Acepta agua o lo que te ofrezcan, da las gracias y sé amable. Sé tú mismo».

Tu mamá

—Con que tú eres Álvaro.

Todos reímos. Esa frase con tanto cariño nos aligeró a todos el momento. La mamá de mi amor hizo sentirme en casa. Le entregué las flores y sus chocolates que elegí especialmente para ella. Solo quería mostrarle gratitud por permitirme estar ahí.

—¿Cómo es que le tienes tanto miedo a los aviones y vas de uno a otro? Me preguntó con tal franqueza. La madre de mi amor tenía esa duda que genuinamente tienen todos, hasta yo, jaja.

Apresuré a responder —En los últimos meses he perdido el miedo o ha disminuido. Mi trabajo me demanda tantos vuelos, pero en sí, amo viajar Este mi viaje favorito de todo el año. No más miedo a los aviones.

Nos despedimos con abrazos.

—No vuelvan tarde. Cuidado con la carretera que no la conoces. Disfruten, cuida a mi niña. Las palabras amorosas de una madre.

—Con mi vida entera la cuido y la cuidaré. Asentí.

Llegó

Cerca a tu hogar el mar. Qué dicha. La mejor cita, todo lo planeaste: fresas, chocolates, una sabana suave, los cheetos torciditos, obvio. Y tú.

Sin embargo, mi corazón intempestivo y vociferante, casi a punto de explotar, necesitaba algo. En sí todo mi ser lo necesitaba (necesita, necesitará, necesitó. En todos los tiempos).

Te ayudé con tus cosas, abrí la puerta, tendí mi mano para que subieras. Tu madre atenta observaba.

—¿Todo bien, marinero? Me preguntaste con amor.

—Sí, podemos hacer una pequeña pausa. Encendí la camioneta.

El GPS indicó que dos calles habría que dar vuelta a la derecha, seguí las instrucciones, mientras el auto se enfrió a los 20° que lo uso, jaja. Todos dicen que es un congelador móvil.

Miedo a los aviones: adiós

Detuve el auto. Te miré, me reí, me sonrojé. Remojé mis labios.

—¿Te puedo besar? No puedo esperar más. Pregunté con timidez, obvio.

El beso más suave, tierno y enamorado.

No sé si tu boca y la mía se imaginaron el alguna vez que serían tan cómplices, tan una sola.

El sabor de tus labios no me era desconocido, quizá porque de tu boca han salido las palabras más amorosas que he leído, escuchado y recibido.

No podíamos parar. Tomé tu cara con amor y cuidado, porque como eres mi ser más amado, sólo sentí deseo de proteger el momento pero también a mi persona, a mi niña, a mi amor.

Nos fundimos en un abrazo que se prolongó minutos. Lloramos, pero esta vez de amor, y alegría. La dicha de sentirnos y tenernos es inexplicable.

En ese instante sentí que: ¡Se había ido mi miedo a los aviones! A tu lado y por ti. Por NOSOTROS.

Con inmenso amor, Álvaro Norberto. A milímetros de ti. Inspirado en ‘Una vueltita contigo’.

Un hombre y una mujer besándose en la playa. Miedo a los aviones.
Miedo a los aviones

This website uses cookies to improve your experience. We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish. Accept Read More