Rufus Wainwright: La sensibilidad corrosiva

Pocos compositores contemporáneos han logrado que su repercusión y autoridad cultural se complementen y equilibren de la forma en la que Rufus Wainwright ha conseguido. A sus treinta y nueve años, el autor e intérprete canadiense ha tocado suficentes ‘palos’ clásicos y populares como para conformar un repertorio barroco y complejo, por un lado; y accesible -y hasta sub cultural- por otro.

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Con unos padres como las leyendas del folk Kate McGarrigle y Loudon Wainwright III, era de esperar que tanto Rufus como su hermana Martha adquirieran tempranas habilidades instrumentísticas.

Ambos desarrollaron un precoz interés por la música: A los seis años Rufus ya tocaba el piano, y a los trece, comenzó a girar con su familia; Martha, por su parte, se estrenó en la música de la mano de su madre, y hasta convertirse en la solista pop-rock que es en la actualidad colaboraba en los discos de Rufus y el resto de sus familiares.

A pesar de su indudable talento y la ayuda que le podría haber dado ser ‘hijo de’, a Rufus Wainwright le costó despuntar en su carrera: Su homónimo primer álbum pasó sin pena ni gloria -aunque le sirvió para girar con el hijo de John Lennon y Yoko Ono-. Después su posterioremente reconocido ‘Poses’ sólo consiguió un reducido -pero agradecido- número de seguidores.

La verdadera revolución llegaría a través de ‘Want One’ y ‘Want Two’ que llegaron a colarse entre los súper ventas en varios países y comenzaron a señalar a Rufus como la primera promesa crooner del nuevo milenio.

Mientras Rufus se encontraba en una auto destructiva espiral de adicción a los estupefacientes, comenzó a despuntar entre críticos y compañeros de profesión. Marianne Faithful, Barbara Bush y Antony Hegarty -con quien colaboró vocalmente en su álbum ‘I’m a Bird Now’- comenzaron ha alabar sus dotes como compositor e intérprete.

Por suerte, Wainwright consiguió rehabilitarse gracias al apoyo de otro gran artista, a quien frecuentemente menciona por su ayuda en este ámbito, el británico Elton Jonh.

Desde el inicio de su carerra Rufus Wainwright se declaró abiertamente homosexual -entre otras cosas por que su propias letras dejaban pocas dudas sobre ello-, y también desde muy pronto comenzó a involucrarse en proyectos de activismo que tuvieran algo que ver con la protección de las personas LGTB.

Entre muchos destaca la colaboración en la gira True Colors de Cyndi Lauper, junto a otros conjuntos e iconos del colectivo como Beth Ditto, Debbie Harry o Erasure.

El reloj biológico llamó a Rufus Wainwright en 2011 cuando decidió tener una hija en paternidad compartida con el director artístico del Luminato festival Jorn Weisbrotd y Lorca Cohen -hija del emblemático compositor Leonard Cohen-.

El nacimiento de Viva Katherine Wainwright -además de los recientes avances de los derechos civiles de las personas LGTB en EE.UU.- ha favorecido que Rufus y Leonard se desposaran el pasado agosto, celebrando un emotivo enlace en la playa neoyorkina de Long Island.

Aunque es un artista cada vez más conocido por el gran público -gracias a sus álbumes ‘Release the Stars’ y ‘Out of the Game’- se puede decir que a Rufus todavía le queda camino para convertirse en icono musical más que sub cultural y gay.

El relativo poco éxito de su ópera ‘Prima Donna’ en Manchester y su infructífera nominación a los Grammy podrían ser entendidos como un revés a su aparentemente encarrilada carrera musical. No obstante, le permiten poder seguir experimentando en discos como ‘All Days Are Nights: Songs for Lulu’ y mostrarnos su faceta más campy y ‘juguetona’, que ya nos enamoró hace tiempo y con la que le seguiremos identificando de manera natural.