‘La tierra de los abetos puntiagudos’: La independencia habla en femenino

A pesar de que el punk se popularizó en la década de los setenta, lo cierto es que este espíritu ha estado presente, en mayor o menor medida, en numerosas actividades culturales a lo largo de la historia.   

En la pintura nos encontramos con una serie de artistas que podrían considerarse como los padres del punk, autores que se enmarcan dentro del impresionismo. Pissarro, Degas, Renoir, Cézanne, Van Gogh… un grupo de artistas heterogéneo que terminó revolucionando la historia de la pintura con sus gruesas pinceladas, con su estudio del color, la luz y la forma y su estilo au plein air.

Con un poco de imaginación, uno puede elucubrar como era el día a día de estos artistas. Portando un rústico caballete con varios lienzos al hombro y con una paleta de colores agrestes, subidos a cualquier coche de caballos para ahorrar unas monedas, sustituyendo sus comidas y cenas por la obsesión de la pintura y buscando los fenómenos naturales en un eterno viaje romántico.

Después de leer ‘La tierra de los abetos puntiagudos’ uno imagina a su autora, Sarah Orne Jewett, como si fuese una impresionista más: pluma, papel y tinta en mano y debajo de cualquier frondoso ciprés que la librase de los calurosos abrazos del sol para trazar una historia que, al igual que los cuadros impresionistas, se puede sentir, oler y tocar.

De lo local a lo universal

Si el ‘Árbol de la ciencia’ le sirvió a Pio Baroja para trazar una despiadada radiografía del Madrid de finales del siglo XIX y de las penurias del campesinado español acorralado por la eterna ambición del caciquismo, ‘La tierra de los abetos puntiagudos’ es la herramienta que Sarah Orne Jewett utiliza para denunciar las penurias que vivían los pueblos pesqueros norteamericanos con el cambio de siglo.

Como Jewett, la narradora de la novela también es una mujer, una mujer culta, independiente y de fuertes convicciones. Esta escritora llega a la ciudad costera de Dunnet Landing para refugiarse del ajetreo de las grandes ciudades y poder aprovechar los meses del benigno verano para terminar de escribir su nueva obra.

Nuestra protagonista alquila una habitación en casa de la señora Todd, una mujer de una poderosísima presencia y experta en botánica, con la que pronto entablará una relación de amistad que irá aumentando a lo largo de todo el verano.

Viajes, barcos, paseos por los bosques, gratas sobremesas… La señora Todd se convierte en el nexo perfecto entre la escritora foránea y los habitantes de Dunnet Landing, que pronto establecen una mágica conexión que va más allá de la razón para instalarse en el terreno de lo sentimental.

Un estudio de lo femenino

A través de las 166 páginas que componen ‘La tierra de los abetos puntiagudos’, Sarah Orne Jewett se sumerge en las innumerable aristas de lo femenino. Y es que en la región costera de Dunnet Landing las mujeres son las protagonistas.

Mujeres vigorosas, adelantadas a su tiempo, solidarias, melancólicas, cultas, de fuerte carácter e independientes. Mujeres que se encargan de mostrarnos la cara b de los personajes arquetípicos de la literatura del siglo XIX para reivindicar la figura de lo femenino.  

Jewett tiene una prosa cercana al naturalismo y a lo largo de este íntimo relato, la naturaleza de la región, encabezada por unos luminosos abetos puntiagudos que dan título a la obra, se transforma en una alegoría literaria que se va filtrando entre las páginas de la novela para terminar encontrando acomodo en el corazón de un lector que no puede hacer otra cosa que sentirse sobrecogido ante esta infinitud de la grandeza.

El estilo literario de Jewett se recrea con los pequeños detalles. Como si fuese una precursora de Raymond Carver, las pequeñas postales con la que la autora nos va mostrando la vida en la remota región de Dunnet Landing se encargan de sugerir para que el lector complete los espacios vacíos de la novela.

La novela fue definida por Henry James como ”una pequeña y hermosa obra maestra”. No es de extrañar, la pluma de Sarah Orne Jewett es delicada, colorista, orgánica y precisa. Una de las primeras plumas que se encargó de evidenciar la pluralidad de la literatura y de mostrar historias complejas sobre la naturaleza femenina.

‘La tierra de los abetos puntiagudos’

Autoría: Sarah Orne Jewett

Traducción: Raquel G. Rojas

Editorial: Dos Bigotes

Formato: 14 x 21 cm / Rústica con solapas

Páginas: 168

ISBN: 978-84-943559-6-7

Precio: 18,95 euros

Lanzamiento: 13 de octubre de 2015

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