En junio se han cumplido dos años de la puesta en marcha de la Ley rusa contra la propaganda homosexual. Una ley que ha servido para que, como se ha podido comprobar en la celebración del día nacional de los paracaidistas rusos, las autoridades del país descarguen odio, miedo y frustración contra el colectivo LGTB.
Sin tiempo para recuperarnos del ridículo institucional que había protagonizado el país al querer prohibir la nueva línea deportiva de Nike, la realidad rusa nos golpea de nuevo. Golpes secos y lanzados con lo peor de la condición humana: la estupidez y la sinrazón.
Según han confirmado medios locales, el pasado domingo varios activistas rusos que estaban apostados en la céntrica Plaza del Palacio, cerca del museo del Hermitage de San Petersburgo fueron asaltados, zarandeados y detenidos por la policía, antes de que estos tuvieran tiempo de desplegar diversas pancartas con proclamas de carácter LGTB.
Otro de los activistas ha indicado que unos paracaidistas que paseaban por la plaza (se celebraba el día nacional de los paracaidistas rusos conocidos por su carácter misógeno y reaccionario) se abalanzaron sobre él y le quitaron de mala manera las banderas y las misivas a favor del colectivo.
Las autoridades completaron una jornada de numerosas detenciones a activistas LGTB con la captura de Yuri Gavrikov, una de las mayores personalidades rusas en cuanto a defensa del colectivo, que fue detenido nada más salir de su casa en bicicleta después de un encontronazo con unos desconocidos.
Una nueva acción de unas autoridades demasiado acostumbradas a actuar bajo el idioma de la violencia. Un idioma contra el que hay que levantarse con ganas, furia y conciencia para gritar con fuerza: ¡¡STOP LGTBFOBIA!!