Taikomochi: la tradición Geisha que originalmente era de los hombres

A veces el origen de una tradición no es como pensamos

Desde siempre la figura de la Geisha ha sido un objeto de fascinación para occidente, pero hay un detalle que es poco conocido: originalmente eran hombres los que hacían sus tareas y se les conoció como taikomochi o hōkan.

Tal como las geisha (persona de las artes), los taikomochi tenían la función de entretener y amenizar fiestas y reuniones de las personas que los contrataban.

Esta figura tiene su origen en el siglo XIII; en ese entonces su papel era el de bufones de los señores feudales (o daimyo) y se enfocaban principalmente en bailar para ellos, aunque también eran conocedores de los rituales de la ceremonia del té y de ejecutar otras disciplinas artísticas de las que podían echar mano para divertir a los invitados y anfitriones de los banquetes de la corte imperial japonesa.

El nombre formal con el que los llamaban era hōkan (bufón) y el informal, taikomochi (portador del tambor, aunque no siempre portaran o usaran alguno).

También eran empleados como asesores en asuntos relacionados con la guerra y tenían un nivel de confiabilidad tal que eran considerados doboshu (camaradas), desempeñando un papel decisivo en la toma de decisiones estratégicas en cuestiones militares y no solo eso, sino que también se involucraban en las batallas, pelando hombro a hombro al señor al que servían.

Su labor e influencia fueron muy arraigadas durante al menos 3 siglos; a partir del siglo XVI llegó una época de paz al imperio japonés y sus labores fueron reducidas paulatinamente, llegando a desempeñar solamente labores de entretenimiento, como contadores de historias (sobre todo, eróticas) y para sostener conversaciones humorísticas.

Para el siglo XVII sus servicios fueron prescindibles como asesores por lo que poco a poco su ocupación primordial terminó por ser la de entretenedores de las clases altas y cortesanas del imperio (oiran), muchas de ellas consideradas “mujeres del placer” (o yujo) aunque a diferencia de estas, las oiran eran entretenedoras también e incluso se convertían en celebridades fuera de los “distritos del placer”, imponiendo tendencias en el arte y la moda, e inclusive fueron reconocidas poetas y calígrafas.

Al siglo siguiente surgió la que sería la primera onna geisha (geisha femenina), cuyo nombre propio fue Kikuya, causando conmoción en la sociedad nipona; se le dio el adjetivo de geiko (chica de las artes) -siendo este un término que casi de manera exclusiva se usa en la ciudad de Kyoto en estos tiempos- pero también tenía la fama de ser prostituta, por lo que proporcionaba un ” servicio completo” a los hombres que contrataban sus servicios. Se considera que fue así como comenzó la decadencia de los geisha masculinos, dada la preferencia por la compañía y delicadeza femenina en el oficio.

Desde entonces las geishas fueron muy populares, por lo que incluso cortesanas comenzaron a trabajar como entretenedoras en lugar de ser prostitutas, ubicándose en los mismos lugares en que los taikomochi solían estar e inevitablemente el número de ellas sobrepasó al de ellos, cambiando su denominación a otoko geisha (geisha masculino) para evitar confusiones.

Aún así, para ellos ya no fue la misma cosa, por lo que eventualmente terminaron por ser meros asistentes o personal de apoyo de las geisha femeninas, sobre todo en fiestas grandes.

Las cosas tampoco fueron fáciles para las geisha femeninas que también con el tiempo vieron el declive de su oficio cuando en los años 20 del siglo pasado comenzaron a ponerse de moda los ‘cafés de doncellas’ (maid clubs) y los ‘clubes de anfitriones’ (host clubs), acelerándose el proceso con la Segunda Guerra Mundial, en que para muchos,geisha” era un sinónimo absoluto de prostituta -sobre todo porque quienes no lo eran se referían a sí mismas de ese modo ante los militares norteamericanos- cuando había mucho más detrás de su tradición y costumbres, por lo que perdió estatus.

Además, en esa época la gran mayoría de las personas tuvo que trabajar principalmente en las fábricas para mantener la economía de su país en tiempos hostiles, por lo que todos los cafés, casas de té y bares fueron forzosamente cerrados.

Para cuando volvieron a la actividad, muy pocos hombres y mujeres volvieron. Desde entonces se ha conservado una comunidad muy reservada de geisha y taikomochi. Si hay 10 taikomochi en las comunidades geisha de Tokyo y Kyoto son muchos, no se diga que ya no hay interés en la juventud actual interesada en formar parte de la tradición, lo cual es una pena, siendo una figura histórica tan rica en tradición.

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