Luchando contra el VIH a través de la pista de baile

La maravillosa serie ‘The Wire’ nos ha servido para descubrir el lado más oscuro de Baltimore. La ciudad más poblada del estado de Maryland, también se ha erigido como la capital estadounidense de la heroína, un lugar completamente disfuncional y que ofrece unos índices de pobreza, homicidios, sida y embarazos juveniles tan elevados como peligrosos.

Con una población de poco más de 620.000 habitantes, Baltimore ocupa el sexto lugar en EEUU en cuanto a la tasa de infección de VIH. De acuerdo con las últimas estimaciones, aproximadamente el 2% de la población de la ciudad ha contraído el VIH.

Ante estas escalofriantes cifras, el departamento de salud de la ciudada ha decidido poner en marcha una campaña que sirva para alejar a los más jóvenes de los peligros que les asaltan en cada esquina. 

Con la pista de baile como soporte y a partir del voguinglas batallas de baile que se popularizaron en la década de los ochenta en Harlem y que se han extendido a lo largo del planeta, se establece una nueva relación entre las instituciones y los jóvenes: una relación en la que no hay disputas sino una complacencia mutua.

En esta ocasión en concreto, desde el departamento de salud se pedían dos requisitos para participar: incorporar condones y el color rojo, un símbolo universal del VIH, dentro de cada coreografía.

Si los participantes de esta batalla de baile tan especial querían levantar el trofeo y presumir ante sus vecinos y rivales, el departamento de salud de la ciudad tenía otro incentivo: repartir el mayor número de pruebas de VIH entre los asistentes.

Cada participante también debía pasar un paso previo antes de dejarse llevar por la música, someterse a una prueba del VIH y a otra prueba sobre enfermedades sexuales. 

Involucrando a los grupos clave

Keith Holt, coordinador de ayuda a la juventud para el Departamento de Salud de la ciudad de Baltimore, y uno de los principales organizadores de estos eventos de baile, ha conseguido recortar las distancias entre las instituciones y la comunidad LGTB de la ciudad. 

Comprometido, activista y abiertamente homosexual, Holtz ha sido capaz de un hecho sumamente complejo, cerrar la brecha entre dos mundos: 

En lugar de esperar a que los jóvenes llegaran hasta nosotros, hemos decidido acercarnos a ellos.  Ganar su confianza no fue nada fácil. Tuvimos que hacerles saber que no estamos aquí para tratar de hacer un circo de ellos.’

Para preservar la integridad de los asistentes al evento, el departamento de salud no hace publicidad de las batallas de baile al público general y confía en que la noticia se propague, como ha hecho hasta ahora, a través de las redes sociales. 

‘La gente decía que el proyecto no podría salir, pero hemos conseguido hacer realidad una quimera. La escena del baile es un refugio seguro; la gente puede venir y ser fiel a si misma sin tener el estigma de la sociedad general”, ha querido dejar claro Holt.

Sin lugar a dudas, cada batalla de baile promocionada por el departamento de salud de la ciudad se convierte en un espacio de competencia, de salud y de libertad.

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