‘El árbol magnético’: atrapados por la nostalgia de un lugar especial

Hay lugares de la infancia que nos arrastran siempre como un traje de cola, ocupan un espacio recóndito en nuestra cabeza y nos complace evocarlos en soliloquios o conversaciones muy íntimas. Son construcciones muy frágiles que hemos estado alimentado una vida entera y no son susceptibles de ser manchada por agentes externos, elementos contradictorios, etcétera.

El árbol magnético es uno de ellos, es el lugar de Nela y de Bruno, dos primos que comparten la misma nostalgia que exhala continuamente ese espacio tan especial. El sitio, que se preserva en las afueras de Santiago de Chile, se sitúa en una zona conocida por su magnetismo: la configuración del terreno crea la ilusión de una falsa gravedad que puede crear la sensación, por ejemplo, de que un coche ruede cuesta arriba.

El árbol magnético es la conexión con aquel tiempo pasado, la conexión entre los niños que ahora, a distancia de veinte años, se vuelven a juntar y parecen desconfiar uno del otro como dos animales que no se conocen.

¿De qué va?

Después de una larga ausencia Bruno regresa a la casa de campo que de niño compartía con su familia. La finca está a la venta y por última vez la familia se reúne para despedirse del lugar. Pequeños roces y eternas conversaciones familiares hacen de telón de fondo al tocante reencuentro de los dos primos cuyo común denominador es la añoranza a la que están abocados los dos, un sentimiento que se convierte en arraigo familiar en el caso de Nela y en inquietud en el de Bruno.

El desasosiego evapora rápidamente, los protagonistas vuelven a reconciliarse con la casa y entre sí. Retoman sus antiguos códigos: aprenden a leer los gestos y las miradas y, como en las reglas básicas del juego de los niños, saben reconocer el tiempo de la diversión y sus intervalos. 

La cámara se desliza entre Nela y Bruno acercándose lentamente, testigo de una recuperación emocional dificultada por los años que los han visto separados y por la tensión amorosa que pulsa debajo de la piel como un río subterráneo.

El árbol magnético‘ es un buen exordio para la cineasta gallega que elige una temática tan ambiciosa como el recuerdo nostágico de la niñez. El aspecto menos brillante de la película son quizás los diálogos que resultan muy áridos para la conversación adulta, como atrapados en una edad eternamente inmadura. Se trata de una película que discurre lenta y que carece de conflicto tanto fisico como verbal. Aunque a lo mejor, esa inamovilidad y esa falta de perspectiva es la representación más conseguida de la familia: una madeja de relaciones ineludibles que el tiempo y el espacio alteran pero no pueden borrar.

FICHA TÉCNICA

Título: El árbol magnético

Año: 2013

Duración: 85 min.

País: España-Chile

Dirección y guión: Isabel Aguayvive

Fotografía: Alberto D. Centeno

Montaje: José Manuel Jiménez

Música Original: Nico Casal

Sonido: Miguel Seixo

Reparto: Manuela Martelli, Andrés Gertrudix, Juan Pablo Larenas, Catalina Saavedra, Gonzalo Robles

 

Vídeo: Tráiler de ‘El árbol magnético’

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