El morbo: ¿Somos juego o juguete? Descubrámoslo y seamos honestos

Por Andrés Mendoza

El morbo: ¿somos juego o somos juguete? No sabía ni por donde empezar, la idea me daba vueltas por la cabeza pero me estaba costando trabajo escribir. Me desvestí y decidí meterme a bañar para estar más cómodo porque estaba sudado del gym. Le abrí a la llave del agua caliente y me metí a la regadera sintiendo el vapor y el calor en la piel…

Una buena técnica para empezar a escribir podía ser empezar a sentir y a recordar… Uuuuffff Vaya que salió vapor de ese baño. Ja, ja. Me puse a hacer memoria de todos los “juegos prohibidos” que me he regalado… y me di cuenta de una cosa: de los 17 a los 23 años me los permití y me divertí como loco.

De ahí en adelante, hasta los 35 los seguí jugando pero sin divertirme tanto. Sentía culpa, remordimiento o simplemente había algo en mi que le había quitado la diversión a lo que antes era una fiesta de carne y piel cuando no tenía ningún compromiso con nadie y era tiempo para explorar y experimentar.

¿En qué momento nos llegamos a comprar todos esos absurdos conceptos limitantes, todas esas ideas de “falso pudor”, ” de “acomplejada moral” de “supuesto pecado”?

Sin darnos cuenta, nos dejamos arrastrar por todo eso y lo volvemos parte de nosotros aunque no queramos, aunque nos sintamos rebeldes luchando por ser diferentes y por expresarnos tal cual somos.

Aunque no hay que confundir las cosas, no está padre vivir de nuestras debilidades, desequilibrios y excesos. De chavos, muchos nos vemos atrapados en nuestras calenturas y no siempre salen bien las cosas. A veces alejamos a quien más queremos…

Quizás tan sólo nos falta aprender del amor; conocerlo, sentirlo, quitarlo y perderlo, valorarlo y darnos cuenta si es lo que buscamos en la vida. Aprender que formas de amor hay miles y la única que funciona es la que establecemos de común acuerdo con nuestra pareja. La fidelidad radica en saber respetar las cláusulas con las que cada quien hace sus diferentes contratos.

Si creo que primero haya que perdernos para después encontrarnos, que hay que caernos para aprender a levantarnos. Pero después de tantos chingadazos de los que logras levantarte, casi casi por puritito instinto de supervivencia, resulta que más que madreado, te queda una sensación de libertad y felicidad.

Entonces empiezas a atreverte a vivir tu propia vida sin tener que rendirle cuentas a nadie, sin preocuparte lo que piensen los demás de ti.

“Si sabes perfectamente quien eres y lo que vales, si haz descubierto la fuerza que llevas dentro y el sentido más profundo de tu vida, puedes jugar a lo que te de la gana y divertirte como enano”.

Como quiera, siempre habrá quien critique, señale y juzgue, pero hasta eso se vuelve divertido cuando sabes que estás jugando, simplemente porque es una parte del juego. Pero hay una gran diferencia entre jugar y ser el juguete.

Que rico el sexo, que rico el morbo, el cuerpo, la piel, el deseo… ¡Pero que milagro el amor!

“Quien no aprenda a querer, a usar y a sacarle provecho a todo lo que tiene, está desperdiciando una parte de su vida”.

¿Qué tiene de malo la vanidad, el procurar tener un cuerpo estético, el sentirte cómodo contigo mismo y hasta contonearte y coquetear por las calles si sabes que todo es un juego, tu propio juego?

Cuando de verdad lo descubres, la vida vuelve a brillar, todo se vuelve novedoso y divertido, quieres jugar al guapo, al sexy, al cachondo, al coqueto, al reflexivo y hasta al fresa. Se te antoja sentirte por momentos modelo y hasta actor porno. ¿Por qué no? Ja, ja. No seamos hipócritas. Todos fantaseamos pero a veces hasta en eso nos limitamos.

De verdad que a estas alturas del partido, absolutamente nada lo veo mal. Simplemente tengo la capacidad de fluir y decidir con lo que me siento cómodo y con lo que no. Eso es todo.

Llegué a odiar la publicidad, a los modelos, las marcas, el sistema. ¡Qué amargura la mía y qué afán de controlar al mundo! ¿Les suena familiar esto? Pero un día me cayó el veinte de que si “la vida es un juego”, depende de cada quien lo aburrido o divertido que decide verlo, vivirlo y jugarlo.

“Hoy creo que la verdadera espiritualidad está en descubrir la armonía de la vida para volvernos libres y felices, y no en ser aquellos idealistas que sufren porque nada es como ellos creen que debería de ser”.

Sólo hay que recordar algo…. “Jugadores, no juguetes”.

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